DESPUÉS de más de siete años, vuelvo por mis antiguos lares con esta antigua sección que acabó por definirme periodísticamente y con la que durante más de dos décadas cultivé el género de la opinión en la prensa escrita local.
Agradezco al editor de este Diario, Rafael Montero, que me haya abierto una vez más las puertas de su casa para iniciar una nueva etapa que espero sea larga y fructífera y, sobre todo, válida para un mejor análisis de la actualidad y el devenir político-social de nuestra tierra.
No es casualidad que vuelva a estos fueros en una semana tan particular como es esta de Semana Santa, período de éxodo por excelencia para numerosos melillenses y de fe, penitencia y catequesis pública para otros muchos, sin cuyo compromiso seria imposible mantener vivas nuestras procesiones.
Necesito recobrar el oficio implícito a esta tarea de escritura que, en principio, me permitirá una cita diaria con los lectores de ‘El Faro, de lunes a viernes, y que, en estos días, tan especiales, quizás me haga posible una reentré un poco más pausada.
Una semana esta doblemente singular por coincidir este año con una campaña electoral, especialmente decisiva para los designios futuros de nuestro país y, con ellos, para los de nuestra querida Melilla.
A nadie escapa que las elecciones del próximo día 28 van a marcar un nuevo período que exigirá de mucho consenso y mucha claridad también respecto del país que queremos. Como dice el candidato del PP, Pablo Casado, votar puede parecer gratis pero las consecuencias de lo que votemos pueden resultarnos muy caras.
Las presentes elecciones generales tienen mucho de inéditas por lo de reunir capirotes con llamamientos al voto, pero también por su proximidad con las autonómicas o locales que, en Melilla, son siempre las que más movilizan y más caldean el ambiente. Hay que tener en cuenta que nuestra casa grande además de mover un presupuesto anual de unos 280 millones de euros como el del presente 2019, es la principal empresa local, la que más dinamiza la economía melillense y la que sostiene a un mayor número de proveedores del más variado signo, sin desmerecer el abultadísimo número de nóminas que abona mensualmente.
"Los indecisos son, sin duda, el principal caladero electoral en el que intentan pescar todos los partidos pero más si cabe en las presentes elecciones porque, hoy por hoy, conforman más que nunca esa España inmensa que determinará nuestro futuro”
Por ello, estas particulares elecciones generales en las que nos encontramos inmersos, sin ser un prolegómeno absoluto de las autonómicas/locales que se celebrarán en mayo, sí tienen algo de anticipo y, si me apuran, de ensayo de esas otras que, como digo, en Melilla, siempre disparan el diapasón de la política con mucha mayor intensidad y no menos enfrentamientos y suspicacias.
Pero, por ahora, vamos a quedarnos con lo que toca, que son los comicios a las Cortes Generales, de los que saldrán nuestros nuevos o renovados representantes en el Congreso y en el Senado y, sobre todo, el futuro Gobierno de la Nación.
Teniendo en cuenta el pasado electoral reciente en este país, con unas elecciones finalmente fallidas a finales de 2015 que nos abocaron a su repetición cinco meses más tarde, el panorama que se dibuja en el radicalizado y confuso mapa político actual no nos permite presagiar nada claro, más que un previsible voto muy fragmentado que obligará a promover pactos forzosos a la hora de formar un nuevo Ejecutivo.
Una suerte de componendas nada fáciles en un Parlamento poco acostumbrado a los consensos y que, no obstante, hoy por hoy, sigue en manos del 40% de indecisos que tras esta campaña electoral deberá optar, o no, por el llamado voto útil que nos instaure nuevamente en el más estable pero también más agotado bipartidismo.
A los grandes partidos les toca convencer de la mayor estabilidad que son capaces de aportar frente a las formaciones populistas de nuevo corte que, entre tanto se asientan en su propio espacio, pueden arrastrar con mayor facilidad a los descreídos pero también fabricar descontentos con mayor celeridad.
A todos, pero especialmente a los más grandes, les toca convencer a esa España mayoritaria que llegó a otorgar una aplastante victoria a Felipe González para años después brindársela a José María Aznar. Esa España compuesta de tantos indecisos que sobre todo demanda prosperidad y estabilidad en un país demasiado fraccionado en la actualidad y en la que es posible encontrar incluso antiguos votantes de Podemos que, mañana, podrían serlo de VOX.
Una España, en suma, que igual puede optar por un país sin estridencias políticas irreconciliables o por unas nuevas Cámaras que, en su maremágnum, resulten incapaces de lograr el necesario punto de diálogo.
Los indecisos son, sin duda, el principal caladero electoral en el que intentan pescar todos los partidos pero más si cabe en las presentes elecciones porque, hoy por hoy, conforman más que nunca esa España inmensa que determinará nuestro futuro. Para aclararles el horizonte, las principales fuerzas políticas en liza deberían definir mejor sus posturas, sin complejos, con atrevimiento y más mensajes en positivo. Pero, sobre todo, sin perder de vista que España, principalmente, es un país de centro.
Ante todo, felicitarte por esta nueva etapa. Felicitarte también por volver a escribir desde la neutralidad y la objetividad. Me hago fan de tu sección desde ahora!!
Como siempre un placer leerte.