La estación de penitencia buscó el modo de acompasar dos pasos que por sus distintos estilos marchan a ritmos diferentes
La Semana Santa cubría ayer sus cuatro primeros días de procesiones, en una noche plácida, primaveral, en la que el ‘Señor de Melilla’, el Nazareno, sólo necesitó un golpe de martillo en la campana de su trono por parte del capataz, Antonio Zapata, y una primera saeta salida del corazón, para iniciar, esplendoroso, su transitar por las calles de Melilla, con sus cuatro impresionantes candelabros alumbrando su imagen.
Sobre un manto de claveles rojos, roto por el morado del centro de iris que se erigía a sus pies, el Cristo hacía ayer más que nunca una histórica estación de penitencia, al cumplir 345 años de procesiones a hombros de los melillenses.
Los de ayer eran casi todos hombres de trono muy jóvenes, con algunas mujeres, jovencísimas también, cargando en la cola de los antiguos varales que requieren un grupo de 140 portadores aproximadamente.
Tras el Cristo, la talla de la Dolorosa de las Lágrimas, la Virgen de Alhucemas que, como el año pasado, se movía a un ritmo distinto con sus costaleros empotrados bajo las faldas del paso, al son marcado por el capataz, Francisco Nogales, y el eco que de sus órdenes iba dando el jefe de cuadrilla, Álvaro Guzmán, promotor e impulsor de la apuesta por el paso sevillano en las procesiones de Melilla.
Una idea que, por segundo año consecutivo, multiplicó la belleza de una procesión, condenada, durante algún año del último lustro, a sacar a la Virgen sobre ruedas, y amenazada incluso con no poder sacar a la Dolorosa de las Lágrimas cuando en el 2008 se decidió portarla de nuevo sobre andas y sólo los espontáneos de entre el público lograron solucionar la falta de portadores.
Con el nuevo y sevillano estilo, se reduce a la mitad, a unos 40, el conjunto de cofrades necesarios para sacar a una Virgen del siglo XVII, procedente de la Iglesia de la Real Isla de San Agustín y San Carlos de Alhucemas, y de tanta antigüedad como un ‘Nazareno’ que distintos historiadores locales atribuyen al famoso imaginero Pedro de Mena.
Orden procesional
En una eterna reproducción de un rito muy cuidado y cultivado al detalle por la Cofradía más antigua de Melilla, el Dulce Nombre de Nuestro Padre Jesús Nazareno, marchaba tras una Cruz desnuda, portada por treinta jóvenes mujeres cofrades.
Pero antes, abriendo la procesión y como es tradición, un cuadro de gala de la Policía Local y el antiguo Libro de Reglas de la Hermandad de Melilla la Vieja, así como una nutrida representación del Cuerpo de Policía Nacional, integrada por agentes en prácticas de la Escuela de Ávila.
El paso del Nazareno, como el sevillano de la Virgen, exigió de mucha habilitad para no descompensar en exceso el transitar de dos imágenes que, a pesar de sus distintos ritmos, forman parte de una misma procesión.
Un detalle que, de nuevo y al igual que el pasado año, redobló aún más el misterio de la estación de penitencia e hizo bueno el acierto de una idea que ha logrado rescatar de la incertidumbre la salida de las históricas tallas.
Entre los detalles más vistosos, los cuadros de gastadores del Tercio y del Regimiento de Artillería, en el primer caso custodiando al Cristo y, en el segundo, a la hermosa Dolorosa de manto salmón, obra de las antiguas adoratrices de la Virgen.
Sus camareras, Francisca Muñoz y Pilar Felices, lograron ayer que la imagen se mostrara más hermosa si cabe, sobre un popurrí de flores blancas en el que se entrecruzaban rosas, claveles y gladiolos.
Y como colofón, no ya los penitentes que engrosaban la misma procesión, que entre cofrades, nazarenos, capuchinos, hombres de trono y representación de los cuerpos de seguridad que gozan del título de Hermanos Honorarios de la misma cofradía, movilizaba por si sola a más de cuatrocientas personas.
En el final, una Banda de Música, la municipal, que con sus sones vestía aún más el desfile, entre los muchos melillenses que no dudaron en acompañarla desde su salida y que se acumulaban a centenares a su tardío paso por la Avenida.
Próxima procesión
Los cofrades de Melilla la Vieja no volverán a salir a recorrer las calles de Melilla hasta mañana Viernes Santo, con una procesión que tiene la categoría de oficial de la ciudad, que encabeza el comandante general en representación del Rey de España y que reúne a una nutrida representación de la Asamblea de la Ciudad Autónoma.
En ella sale el sencillo paso del Cristo del Socorro o de las Buganvillas, el conmovedor trono del Santo Sepulcro o Santo Entierro y el de la Dolorosa de la Soledad de ‘El Pueblo’, Nuestra María Santísima de los Dolores, que recuperará su antiguo manto gracias a la restauración encargada a las mojas de Alcalá del Real.
Costaleros anónimos
Ayer la Virgen de las Lágrimas se movió por segundo año sobre sus pies, terrenales y sacrificados, jóvenes y decididos. Su primera ‘levantá’ demostró que nuestra Semana Santa no sólo esta viva sino que en su capacidad de reinventarse ha encontrado un nuevo leit motiv tanto para los cofrades como para el público melillense, que ayer, a pesar de lo tardío de la estación de penitencia, no dejó de acudir a la Plaza de Toros a presenciar su salida en torno a las nueve y media de la noche.
Muy sobria, como es natural tratándose de Miércoles Santo, el olor a incienso dejó una estela por el centro de la ciudad para certificar esa ‘revolución silenciosa’ que nuestra Semana Santa inició el pasado año y que en este no sólo se ha consolidado sino que le ha permitido ir a más.