Carlos Castañeda, un cofrade de toda la vida, unido siempre a la Hermandad histórica de Melilla la Vieja pero integrado por igual en las distintas hermandades de nuestra ciudad, realizó ayer un auténtico rezó ecuménico en su pregón de desagravio al Cristo Humillado.
Le rezó por un momento en hebreo, cristiano, hindú y musulmán y quiso que la proclamación de su fe en la grandeza de Jesucristo se mezclara con el entonar sentido e islámico de Alá Akbar y con la lengua judía para decir, en recuerdo de las distintas confesiones que rezan en Melilla, que ‘Dios es grande y todo poderoso”, que está en los cielos y que sólo él “puede salvar nuestras almas”.
Castañeda ‘arrodilló’ su voz ante el Cristo para pedirle por Melilla, rogarle por los que sufren y solicitarle perdón para los pecados de una humanidad que, como recordó al hilo del evangelio de San Juan, “trenzó una corona de espinas” para someterlo a todo tipo de mofa y escarnios.
Lo suyo fue un canto al que “reparte humildad” y “transforma desprecio en atenciones”, para pedir “misericordia y perdón” por nuestra pasividad ante los que sufren la falta de trabajo, la pobreza, las angustias de la emigración, para “tantos cristos vivientes manchados por la enfermedad de la vida”.
“Melilla –dijo el pregonero- puede y quiere desagraviar, reparar y satisfacer tanta ignominia e infamia. Esta es una buena tierra, un pedazo pretérito de España”. “La Rusadir cuyas espumas coronas” y la ciudad de un “pueblo capaz de albergar en sus corazones deseos ecuménicos que entrelazan por siempre cuatro religiones que, de forma ejemplar, coexisten, creando entre todos los melillenses de buena voluntad un lugar de encuentro de las religiones que la forman y un mejor entendimiento para todos nosotros”.
Al pregonero no le faltó poética en su prosa ni tampoco deseos de trocar el manto púrpura del Humillado “con el pendón azul de Melilla” para romper a sus pies “el ánfora romana que es nuestro símbolo” y colmar al Cristo de ungüentos con los que aliviar sus heridas.
En su ecumenismo, Castañeda no olvidó que la plaza donde se realiza el desagravio y se ubica la Iglesia Castrense está dedica a “un buen hombre, a Yamín Benarroch”.