El Pleno de ayer confirmó las peores previsiones. Los partidos políticos se han instalado en tiempo de precampaña furibunda y la política de acoso y derribo contra el Gobierno Imbroda por parte de la oposición alcanzó ayer un nuevo escalón, con una mayor carga de acusaciones veladas que finalmente sólo dejan entrever intentos de culpabilización penal de los cargos de Gobierno.
El punto álgido se produjo cuando Aberchán elevó acusaciones muy graves contra el vicepresidente Miguel Marín, que terminaron por forzar su expulsión tras tres llamadas previas y consecutivas al orden. Es la primera vez que se llega a tal extremo en una sesión de control, aunque no en una plenaria, puesto que anteriormente ya fue expulsado de un Pleno otro diputado de CpM, caso de Abderrahim Sellam.
El espectáculo de ayer resultó, no obstante, denigrante y sin parangón, y demuestra además cómo la oposición confunde el foro político con el judicial. Si existen acusaciones que constituyan delitos penales, donde deben plantearlas CpM y PSOE es en los juzgados. Entre tanto, convertir la política en un nauseabundo fango de rumorología, acusaciones veladas e improperios varios, no sólo no conduce a nada, logra que los ciudadanos veamos cada vez con más recelo y desconfianza a nuestros políticos, aunque todos, afortunadamente, no sean iguales.