Ser feriante equivale a vivir sobre la carretera durante gran parte del tiempo, de ciudad en ciudad, entreteniendo y llenando de color los recintos feriales de numerosas ciudades españolas.
Antonio es un joven cartagenero que acompaña al padre de su pareja montando y desmontando la atracción de éste. A pesar de su juventud, cuenta ya con cuatro años de experiencia en este mundo. Aunque asegura que echa en falta la compañía de la familia y de sus amigos, comenta que esta vida nómada le permite visitar una gran cantidad de ciudades que, hasta ese momento, no conocía.
Buen estado físico
“Hacemos vida en la caravana. Todo es muy parecido a la que tendríamos en nuestras ciudades, pero un poco más encogido: abres la puerta y te encuentras con un sitio distinto cada semana”, dice.
En su caso, montar su atracción le suele llevar a los trabajadores de ésta un total de cinco o seis horas. Una tarea que no todo el mundo puede desempeñar, pues, como señala Antonio, “tienes que estar bien físicamente”.
Respeto y actitud
Dani y Suli son melillenses y también se dedican al mundo de las atracciones de feria. Indican que los meses de verano son los más cargados de trabajo, ya que se recorren buena parte de las ciudades del sur y el levante de España, como Alicante, Murcia, Málaga, Castellón, Valencia o Jaén.
Emplean en el montaje de su atracción alrededor de ocho y diez horas: “Hay que dejarlo todo preparado y probar las atracciones para saber si van bien o no”, comentan.
Ambos destacan que la convivencia entre los feriantes es muy parecida a la de las familias. Se trata de un trabajo en el que se aprende a trabajar en equipo y que, “si no lo haces, estás perdido”, apunta Dani, que lleva trabajando 10 años como feriante.
Suli, en cambio, lleva solamente un año en el mundo del montaje de las atracciones de feria, pero dice llevarlo muy bien. Apunta que los principales requisitos indispensables para trabajar en las ferias son el respeto y la actitud: “Si nos faltan el respeto, nos tenemos que aguantar, porque lo que prima es nuestro trabajo. Aunque, de momento, nunca nos lo han faltado y espero que no lo hagan”.
Las casetas
El recinto no sólo cuenta con feriantes nómadas, sino con otros trabajadores de nuestra ciudad que también se encargan de montar y poner en funcionamiento las diferentes casetas por las que pasarán cientos de melillenses a partir del sábado. Este es el caso de Federico, propietario de un bar. Este año llevará la caseta de la Federación Melillense de Baloncesto.
“La caseta te la entregan un viernes antes y lo que tardas aproximadamente en montarla es una semana. La verdad es que al día le faltan horas”, indica Federico. “Yo, que soy quien lleva todo esto, me levanto entre las ocho y las ocho y media de la mañana. Me meto aquí y, una vez que termino, pues sobre las siete pues me voy a trabajar a mi bar”, añade.
Vocación
En muchos de los casos, el ser feriante es algo vocacional, como le pasa a Mari Loli, una joven de 18 años a quien le fascina el mundo de las ferias y sus atracciones.
“Estoy aquí porque el amigo de mi padre es feriante y todos los años, antes de que empiece la Feria, voy a visitarlo”, nos comenta.
Mari Loli dice que está deseando de que llegue el sábado para montarse en los ‘cacharritos’: “Soy ya mayor, ¡pero es que me gustan!”, apostilla la joven.
“Este año iba a entrar a trabajar en la Feria, pero estoy trabajando de noche con una mujer mayor, ya que estudié un grado medio de Enfermería. Habría estado cobrando los tickets. Me encanta y, si no lo hago este año, ¡al año que viene, seguro!”, destaca alegremente y con total seguridad en sí misma.