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Un emocionado Fernando Arrabal visitó ayer el teatro que ya lleva su nombre
Un profeta en su tierra. Así puede definirse a Fernando Arrabal, dramaturgo, pintor, cineasta, en definitiva, un artista multidisciplinar que vino al mundo en Melilla en 1932.
Desde su llegada a la ciudad el pasado martes, Arrabal ha vivido momentos de gran emoción. Nada más aterrizar, besó el suelo de esta tierra suya. “Es un gran momento en mi vida volver a mi ciudad natal”, proclamó. Pero el momento más grande estaba por venir y tuvo lugar en la tarde de ayer, cuando se le rindió un merecido homenaje en el Teatro Kursaal, que desde ahora lleva el nombre de este “genio universal” melillense, como ayer lo definió el presidente Imbroda.
Ante la entrada al Kursaal, que ahora tiene un nombre más completo y más melillense, un monumental busto del dramaturgo saluda desde ahora a todos los que allí acudan a disfrutar de este arte. Y, dentro del edificio, Arrabal tuvo el honor de descubrir la placa con la que su nombre ha quedado inmortalizado para siempre en el lugar más indicado: en su tierra y en el hogar del escenario.
“Tuve la suerte de nacer en Melilla y aprendí a poder codearme con los grades creadores de hoy en París, en Nueva York”, evocó Arrabal. “Era el premio que yo más quería”, expresó, “y el más inmerecido”, proclamó emocionado.
Todos sabemos que este reconocimiento es más que merecido. Cualquier ciudad tiene el deber de homenajear a sus mejores hijos, y este artista de talla internacional es, sin duda, uno de ellos.
Fernando Arrabal es profeta en su tierra, a la que lleva en el corazón allá donde vaya. Rebautizar con su nombre el lugar donde se desarrollan las artes escénicas es un acierto y un honor que se le debía a este creador, cuya huella en la cultura española y mundial es y será eterna.