La UD Melilla va consolidando sus plazos y llega al ecuador del ejercicio con nota, aunque habrá que esperar al mes de mayo para hacer un balance más certero de la temporada unionista.
Acabada la primera vuelta del campeonato, que este año además ha coincidido con el parón navideño, toca valorar lo realizado hasta ahora a expensas del balance final allá por el mes de mayo. Podría decirse que, aunque no ha cubierto todas las expectativas generadas al inicio del curso, la entidad que preside Luisma Rincón ha logrado situarse en muy buena posición para intentar alcanzar los objetivos fijados a pesar de la tibieza con la que se han expuestos algunos de estos ya sean en la faceta deportiva como en la de gestión.
Aunque parece que la cosa va viento en popa, apenas se puede hacer una valoración en cuanto a la gestión que está llevando a cabo el club de la Explanada de Camellos. Todavía, y ha transcurrido ya medio año, la entidad azulina no ha llevado a cabo Asamblea alguna. Ni extraordinaria, ni ordinaria ni informativa. Da la impresión, visto desde fuera, que se está esperando al momento idóneo para ofrecer unos datos inmaculados, que avalen el trabajo que se está realizando. En cuanto a la Asamblea General Ordinaria todavía se está en plazo. No ocurre lo mismo en cuanto a una Extraordinaria puesto que, según los propios estatutos del club, ya se debería haber realizado al menos una. Si quiera para fijar las cuotas de los socios y sus reglamentos.
Llegar al término del primer tramo del campeonato situado en la octava posición de la clasificación con 29 puntos en el casillero es para estar satisfechos. Con toda una segunda vuelta por delante y teniendo que disputar un partido más en casa no cabe duda que pocos aficionados estarán insatisfechos con la trayectoria del equipo. Es verdad que después de estar durante varias jornadas en los puestos nobles cuesta más trabajo digerir acabar en la zona intermedia, pero al final el fútbol te suele situar donde mereces.
Tras un inicio de liga espectacular tanto en juego como en resultados, llegaron las vacas flacas, que alejaron relativamente al equipo de las posiciones de privilegio. Hay un dicho que reza que lo que funciona no debe tocarse. Y precisamente eso es lo que muchos aficionados a día de hoy todavía no han entendido. Josu Uribe, quizás con el deseo de tener a todos enchufados, decidió tocar lo que funcionaba y el resultado no fue el esperado. De sabios es rectificar y, forzado o no a ello, volvió a los orígenes, y casualidad o no, el equipo volvió por sus fueros. Cuando peor estaban las cosas los azulinos daban dos zarpazos cual leones africanos, y se hacían con los tres puntos de un campo tan complicado como Linarejos para, siete días más tarde, volver a saborear las mieles del triunfo frente a un rival crecido como el Córdoba B, que visitaba el coso melillense tras dar buena cuenta del Mérida y del Lorca CF, dos aspirantes a disputar el playoff de ascenso. Enderezado el rumbo, el equipo, con una alineación cada vez más reconocible, volvió a dar la talla en el último partido del año frente a un rival nada fácil sobre todo en su terreno de juego como es de La Juventud de la localidad jienense de Mancha Real.
Sin dudar siquiera un ápice de la profesionalidad de todos los integrantes del plantel unionista, sería justo reconocer la actitud de algunos de sus componentes que pasaron de la titularidad al ostracismo de la noche a la mañana, y rendir a un nivel altísimo cuando el técnico ha vuelto a requerir de sus servicios. Diakité, Cubillas, Sufian y Pepe son el ejemplo más claro a seguir. Y es que, como en todo, las conclusiones hay que hacerlas al final.