Se termina hoy una campaña electoral que ha resultado ejemplar en algunos aspectos, sobre todo en Melilla y en comparación especialmente con las autonómicas de mayo pasado, pero que también ha ido extremando sus mensajes a medida que ha ido avanzando. A estas alturas ya no hay vuelta de hoja y mientras el PP propone centrarse en superar la crisis y no esconde que tendremos que soportar medidas duras en beneficio de la creación de empleo, el PSOE no deja de invocar el miedo a la derechona como única idea machacona con el que hacer desistir a los ciudadanos del sentido mayoritario del voto a favor de los populares.
Una reducción muy simplista, la de los socialistas, que difícilmente puede calar ya en el electorado, después de haberse comprobado que el Partido Socialista ya intentó sacar a bolsa incluso los fondos de pensiones o que, en esta última legislatura, incluso quiso privatizar la lotería del Estado, cuyo negocio más que rentable hubiera sido una perdida más en detrimento del patrimonio público de nuestro país.
No les voy a pedir que voten a nadie en concreto, particularmente me gustaría que en estos comicios pudieran tener mas juego los partidos pequeños, cuyas voces son tan necesarias. Hablo de UPyD, de su discurso regeneracionista tan necesario en los modos y formas de hacer política en este país. Hablo también de los ecologistas de Equo, cuyo contrapunto a los discursos convencionales nunca puede perderse de vista.
La democracia se engrandece con la pluralidad, pero necesita de las mayorías para que se forme gobierno y, en estos momentos, no cabe duda que necesitamos un gobierno estable y fuerte, capaz de sopesar todas las medidas y aplicar un plan de austeridad que debe empezar por el ejemplo del propio Ejecutivo nacional.
En estos días, los grupos de la oposición, especialmente PPL y PSOE, porque CpM está muy al margen de la campaña, andan centrando sus críticas en el PP, usando como frontón contra el que dirigir sus ataques el Gobierno local de Juan José Imbroda. Intentan con ello que los melillenses se retraigan a la hora de ejercer un voto favorable al Partido Popular que, según las encuestas, se promete más masivo que nunca también en esta ciudad.
Sin embargo, no estamos ante unas elecciones autonómicas y, por mucho que nuestro futuro vaya a depender del nuevo Gobierno de la Nación, no lo será en menor o mayor medida que para el resto de España.
Estamos embarcados en un punto de inflexión en nuestra etapa democrática, que puede acabar llevando al traste gran parte de lo conseguido desde que España dejara atrás el franquismo.
Sencillamente, el PSOE no ha hecho sus deberes, nos ha dejado finalmente a la deriva y no tiene ya ninguna opción. La única alternativa no es otra que el Partido Popular, que se erige en el motor del necesario cambio, de la oxigenación imprescindible para contrarrestar el ritmo mortecino y de desconfianza extrema en el que ha acabado sumida tanto nuestra economía como la percepción que de ella tienen los tan traídos y llevados mercados internacionales.
Vivimos del crédito y están dispuestos a chuparnos la sangre como vulgares usureros para dejarnos respirar. Y lo peor, es que sin crédito tampoco hay crecimiento económico y que nuestra deuda es ya tan extrema que resulta difícil poder seguir endeudándonos más.
Rajoy va a presidir un Gobierno que recibe una herencia funesta. Que los socialistas, ante ello, no sean capaces de hacer otra cosa que practicar el discurso del miedo a la derecha, la vieja letanía de los supuestos recortes, de la degradación del estado del bienestar, es sobre todo una irresponsabilidad política extrema que no demuestra más que su inclinación por seguir imponiendo sus intereses partidistas por encima de los intereses generales.
Admito que defiendan sus objetivos como partido, pero no que jueguen al discurso del miedo y que amenacen al futuro Gobierno antes incluso de que se constituya, animando por anticipado las protestas sociales.
En estas elecciones nos jugamos mucho, demasiado quizás, y el Gobierno que salga debe contar con el respaldo de todo el arco político, hasta que se consiga reducir el paro y devolver nuestra economía a unos niveles mínimos de estabilidad y confianza.
La democracia es en gran medida alternancia y creo que nadie duda que ha llegado la hora del cambio, del cambio posible y no del que quizás nos pudiera parecer más ideal para una mejor praxis democrática. Primero hay que lograr objetivos prioritarios y para eso es preciso un gobierno fuerte, con mayoría. Conseguirlo es un empeño en el que todos debemos embarcarnos. Por tanto, no hay que dejar de votar en conciencia el próximo domingo, porque la política marca todos los órdenes de nuestras vidas, queramos o no aceptarlo.