El pasado jueves no sólo fue el prolegómeno del inicio de la segunda campaña electoral que nos toca vivir este año y que nada tiene que ver, afortunadamente, con la tensa, extrema y fuera de quicio, si me lo permiten, que nos tocó sobrevivir el pasado mes de mayo. Dos buenas noticias inauguraron el día, con estrecha relación entre ellas. Me refiero a la apertura del supermercado Lidl, que se ha convertido en un auténtico bombazo, por el gran éxito cosechado y por la inteligente apuesta que la cadena alemana ha hecho en pro del gran potencial de Melilla como ciudad europea en el Norte de África.
No en vano, el éxito del primer día del nuevo Lidl melillense no se debe única y exclusivamente, como la mayoría pudimos observar, a la respuesta de la población de esta ciudad.
Numerosos vecinos del Marruecos cercano no desaprovecharon la gran oportunidad de comprar televisores y artículos muy prácticos para el hogar a precios realmente tentadores y muy rentables.
Melilla siempre ha sido una ciudad de provisión y comercio para Marruecos, pero ha ido perdiendo negocio en el llamado comercio atípico o propiamente fronterizo por el desarme arancelario progresivo que viene realizando el vecino reino.
Lo anterior, junto al desarrollo del puerto de Beni-Enzar, ha promovido la deriva directa a las cercanas instalaciones portuarias marroquíes de mercancías que antes llegaban a través del puerto melillense, al tiempo que ha restado atractivo y capacidad competitiva a muchos productos que igualmente antes se adquirían en Melilla.
No obstante, nuestra ciudad sigue teniendo su potencial de cara a nuestro hinterland natural y también respecto de inversiones como la que ha hecho la cadena alemana Lidl. En nuestro territorio, la garantía de servicios es mucho mayor y mejor, más equiparable a los estándares europeos. La relación inversión-riesgo es menor también en Melilla que en el vecino Nador o resto de Marruecos.
El mercado potencial para ofertas como las que hace el supermercado Lidl no está pensado lógicamente para esta ciudad y sus habitantes con carácter exclusivo. No desdeña, en absoluto, los potenciales compradores locales, pero suma ese gran potencial añadido que, sólo en la provincia de Nador, reúne a una población cercana al millón de habitantes.
Los tiempos cambian, hay que transformarse y analizar con la perspectiva adecuada la necesidad de adaptarnos a las nuevas circunstancias y la demanda potencial que debemos saber aprovechar. Digo esto porque el debate cerril y vehemente que desata aún la posible apertura de una gran superficie en los terrenos próximos a la frontera, debería retomarse con menos pasión y más sentido práctico. Al fin y al cabo, creo que siempre habrá sitio para el comercio familiar, el tradicional, el de siempre si me apuran, que en la mayor calidad y exclusividad de su oferta y el trato directo con el cliente tiene unas ventajas con las que las grandes superficies o los grandes supermercados no pueden competir.
La economía de mercado no admite que se intenten poner puertas al campo y, en lo que a nuestra situación geográfica respecta, es preciso saber compensar los inconvenientes de nuestra mayor lejanía o ultraperificidad con el gran mercado potencial de clientes que asoma al otro lado de la frontera. De ahí la importancia también de un frontera cada vez más ágil, mejor dirigida por funcionarios conocedores del terreno y la particular idiosincrasia de Melilla y su entorno, tan singular y diferente para todo aquel que aterriza por nuestra tierra.
La segunda noticia buena de esta semana y relacionada también con el supermercado Lidl -que ha creado 60 nuevos puestos de trabajo- no es otra que la reducción del número de desempleados en Melilla, justamente en un mes, el de octubre, en el que el desempleo ha subido en todas las comunidades autónomas. Casi 250 parados menos que, sin representar un gran cifra, constituyen un número a tener en cuenta en el conjunto de casi 11.500 que aún siguen buscando empleo en esta ciudad y que, en breve, en una cifra de algo más de 1.200, encontrarán ocupación remunerada por espacio de seis meses gracias a los Planes de Empleo Públicos que gestiona en casi su totalidad la Delegación del Gobierno y, en una pequeñísima parte proporcional, la Ciudad Autónoma.
Nuevamente, el paro descenderá cuando esos contratos se formalicen, pero aún así no será más que el efecto yo-yo de una medida necesaria pero absolutamente coyuntural que en ningún caso asienta estructuras sobre las que forjar una creación de empleo real y con garantías de estabilidad.
El paro, a pesar de los casi 250 desempleados de menos, sigue siendo endémico en Melilla y exige de soluciones estructurales pero también de medidas paliativas como los Planes de Empleo, entre tanto se siembran y fructifican esas iniciativas capaces de modelar nuevas alternativas a nuestra actual economía. Parece que en esto todos los partidos están de acuerdo, por tanto lo que cuenta es la voluntad política para hacerlo posible. El 20N podremos juzgar con nuestros votos quienes nos merecen más confianza en cuestión de voluntad para llevarlo a efecto.