El paro ha vuelto a subir en Melilla, pero su incremento en 1.017 nuevos desempleados no dibuja una ciudad especialmente hostigada por la crisis económica en junio. Es consecuencia del final de los Planes de Empleo de la Delegación del Gobierno, que acabaron a mediados del pasado mes, con un total de 1.268 contratados que, en su conjunto, han pasado a inscribirse en las listas de parados. A consecuencia de ello, es posible concluir que no sólo no aumentó el mes pasado el paro en el sector privado, sino que por parte de éste se crearon unos 200 empleos que, sin embargo, no han impedido aumentar hasta un total de 1.032 el número de nuevos demandantes en el sector servicios.
Las cifras de paro en Melilla, como auguraba ayer el director provincial del SPEE, Joaquín Arana, prometen continuar subiendo en este mes, después de finalizar a finales de junio y, por tanto, sin computar aún en las estadísticas, varios planes de empleo a cargo de asociaciones sin ánimo de lucro que daban trabajo a unos cien melillenses.
Lo anterior no justifica el problema endémico y crónico de una ciudad que cuenta con 11.371 parados, de los que casi 9.000 carecen de cualquier tipo de cualificación, sin más estudios que el graduado escolar o el primer ciclo de la ESO. Además, un 31,82% (3.619) del total de parados son a efectos estadísticos jóvenes, es decir, menores de 30 años, en el caso de 1.274 con edades entre los 20 y 24 años.
De los nuevos 1.017 parados, 400 son hombres y 617 mujeres, lo que vuelve a poner de manifiesto también que en Melilla la cara del desempleo es sobre todo femenina.
El Servicio Público de Empleo Estatal (SPEE) confía en que los 11,9 millones destinados a nuevos Planes de Empleo de la Delegación del Gobierno y el millón y medio para Planes de la Ciudad Autónoma, permita contratar en los próximos meses a más de 1.300 personas.
La radiografía del paro en nuestra ciudad es, en cualquier caso, alarmante. Dibuja un problema grave que debería constituir el principal objetivo y motivo de la acción política de todas instituciones, incluyendo por supuesto a la Ciudad Autónoma, aunque entre sus competencias no se pueda incluir la política económica que, ciertamente, depende sobre todo del Gobierno central. No obstante, la responsabilidad más cercana de nuestra principal institución local respecto de los melillenses la emplaza inexorablemente a desplegar políticas que consigan hacer de las inversiones a realizar la mayor fuente de creación de empleo posible.
Melilla tiene en sus tremendos desequilibros sociales su principal espada de Damocles, como ya se puso de manifiesto en octubre pasado, cuando las listas de nuevos contratados en los Planes de Empleo ocasionó el estallido y las protestas de los barrios de la Cañada y Reina Regente, principalmente.
Frente a ello, la Ciudad Autónoma buscó fórmulas de ocupación y cualificación de los parados que, mediante cursos retribuidos en algunos casos con cantidades similares al salario mínimo interprofesional, permitieran sacar del extremo rigor económico a las familias con un mayor número de desempleados cuando no con el total de sus miembros en el paro.
Las políticas activas de empleo y formación, así llamadas para conseguir erradicar los peores efectos de la falta de trabajo, apenas crean riquezas, son más bien un parche con el que solventar el drama social que se esconde tras el desempleo, pero son extremadamente necesarias para una ciudad, como la nuestra, con casi un 55% de trabajadores dependientes de las Administraciones Públicas y, por tanto, con empleo estable y en muchos casos muy bien retribuido, mientras que el resto o trabaja en gran medida en precario en el sector privado o no logra de ningún modo un puesto de trabajo.
Todos los meses repasamos y analizamos la misma y cruda realidad y todos los meses abrimos también el melón del mismo debate que, para el PP melillense, tiene una solución posible si desde la Administración central se apoyase de una vez el proyecto de ampliación del puerto de Melilla, llamado a convertirse en una nueva fuente de ingresos, generación de riquezas y, por tanto, de creación de empleos.
De ahí que el reelecto presidente Imbroda no se canse de decir que “cuando Rajoy llegue a la Moncloa” las circunstancias cambiarán para Melilla y lo harán para mejor. Y como las panaceas no existen ni tampoco la piedra filosofal que todo lo solucione, hay que atenerse a los posibles proyectos viables que, como el de ampliación del puerto, no sólo logren crear puestos de trabajo sino también conseguir que Melilla no se quede descolgada en el este lado del Mediterráneo del tráfico marítimo, a causa del desarrollo constante del puerto cercano de Beni-Enzar y la paralización del nuestro, hasta convertirlo en un puerto limitado y obsoleto.
Dicho esto, sigo pensando lo mismo: que la Ciudad Autónoma, con sus recursos, debe orientar el nuevo mandato político que acaba de iniciarse a la promoción del empleo y la máxima ocupación posible de trabajadores a costa de las obras y servicios que pueda ir poniendo en marcha. En su empeño, no puede estar sola y requiere de mayor apoyo del Gobierno central, pero en su limitada capacidad debe hacer todo lo posible para ir restando dígitos a esa cifra infernal de 11.371 parados.