Internet se ha convertido en un cauce habitual para que los políticos diriman sus diferencias en público. En este aspecto, Twitter es un cauce rápido y en tiempo real en el que miembros de uno y otro partido se enzarzan en discusiones a la vista de todos sus seguidores.
Ayer, Francisco Villena, del Partido Popular, reprochó a Eduardo de Castro (Ciudadanos), un comentario sobre los electores en los comicios del pasado domingo. Villena criticaba que De Castro afirmara que los votantes de C’s “son de calidad”. Por este motivo, llamó “clasistas” a los integrantes de la formación naranja.
A partir de ahí se enzarzaron en una pelea dialéctica en la que Villena daba la cara, mientras que Ciudadanos respondía a través del perfil del partido, recriminándole que se mantuviera en el Ejecutivo local pese a que el pacto de gobierno entre PP y PPL vetó a los condenados por sentencia judicial.
El rifirrafe continuó con reproches mutuos a través de la red de los 140 caracteres, pero aquí lo importante no es lo que se dijeron, sino el fondo de lo que discutían.
No es necesario continuar relatando los ataques de uno y otro lado, pero sí merece destacarse el origen de la discusión, esa “calidad” que De Castro atribuyó a sus votantes, declaraciones que han indignado al PP.
No en vano, el propio presidente Imbroda afirmó que palabras como las del dirigente de C’s son consecuencia del “mal perder” y proclamó que todos los votantes “son de calidad”.
A veces, cuando se hacen declaraciones en público, no se miden las palabras con el debido cuidado. Es probable que De Castro quisiera agradecer a las personas que le votaron que depositaran su confianza en el partido. Pero una cosa es dar las gracias y otra creer que los que no le dieron su apoyo son votantes de menor calidad.
En democracia, todos los votos tienen la misma calidad, vayan al partido que vayan. Para ser un demócrata, hay que acatar las reglas del juego, incluso cuando se pierde.