l Vecinos de El Rastro denuncian la escasez de oportunidades en comparación con otras zonas de la ciudad l Comerciantes con licencia se quejan de los tenderetes sin permisos.
Tan cerca y tan lejos. El barrio de El Rastro está emplazado a escasos metros de las principales avenidas del centro de Melilla. Sin embargo, cuando ya se patean sus calles, parece que uno se ha trasladado a un lugar mucho más alejado del corazón de la ciudad.
A media mañana se nota el bullicio en la zona aledaña a la plaza de El Rastro. En una calle que sube una pronunciada cuesta, multitud de tenderetes exponen el género ante la indignación de algunos propietarios de locales a los que hacen la competencia.
Uno de éstos, que regenta un establecimiento de muebles de segunda mano, ya da la batalla por perdida después de haber presentado varias quejas a la Ciudad Autónoma contra los tenderetes sin licencia. Pero hay otro asunto que le preocupa más: la inseguridad.
“En este barrio siempre hay follones. Jóvenes peleándose, a veces a navajazos. Como no lo controlen, esto se va a pique”, afirma este comerciante, que prefiere ocultar su identidad.
“Sólo hay dos policías locales vigilando. Pero lo que se tendría que hacer es poner un grupo fijo de la Policía Nacional, no de la Local”, sentencia.
En otro comercio, el dueño niega que El Rastro sea conflictivo, aunque sugiere a la Ciudad Autónoma que coloque en el pavimento “algún badén” que limite la velocidad de los vehículos. Uno de sus clientes también rechaza que haya inseguridad, pero se muestra dispuesto a contar “lo que sea” si se le pagan “700 euros”.
En la plaza de El Rastro, puestos con licencia han de competir con otros que no la tienen. Entre los primeros está Omar, que explica su hartazgo por la situación.
“Yo pago mi licencia y mi cuota de autónomo y a veces no tengo sitio donde ponerme”, explica, acusando a los puestos sin licencia de quitarle su espacio. “En esta plaza no pueden entrar coches, pero vienen cuando les da la gana y esto es un mercado. Voy a la Policía Local a quejarme y no me hacen ni puto caso. Hay dueños de puestos que tienen licencia y ya ni vienen porque no tienen sitio”.
Sobrevivir con 426 euros
Hamid es un desempleado que tiene esposa y cuatro hijos. Malviven con 426 euros de subsidio de desempleo. “En mi situación hay miles”, asegura. “En este barrio la juventud está hecha polvo, no tienen nada que hacer. Nuestros hijos fracasan porque no luchan en las mismas condiciones que los de barrios del centro”, lamenta.
“Yo pienso que esto es una especie de ‘apartheid’ en miniatura”, afirma Hamid. “Tú te vas a cualquier administración pública y la llevan cristianos. ¿Es que nosotros no tenemos a nadie que sirva?”
Abdelkader, otro parado, cuenta que no ha sido admitido en los Planes de Empleo porque no se acepta su certificado de escolaridad (de la Residencia). “¿Hace falta para que te pongan a barrer?”, pregunta.