María Dolores Mora Sánchez, esposa del diputado Antonio Gutiérrez, afirma que sus seres queridos y la fe en Dios le han ayudado a superar esta enfermedad
“Todos estamos en el bombo. El cáncer le puede tocar a cualquier persona”. Así lo asegura María Dolores Mora Sánchez, mujer del diputado por el PP, Antonio Gutiérrez, que ha conocido esta enfermedad de primera mano. Le diagnosticaron un cáncer de mama un mes y medio después de que su cuñada falleciera por esta misma patología. Reconoce que fue “un mazazo muy grande” para su familia conocer que ese pequeño bulto del pecho era cáncer. Sin embargo, asevera que nunca hay que rendirse cuando llegan noticias como ésta.
Esta mujer vital y entusiasta tuvo que enfrentarse, como por desgracia ya lo han hecho muchas amigas suyas, al cáncer de mama. Afirma que su reacción nada más detectar el bulto en su pecho fue ir al médico. Explica a El Faro que no se puede dudar ni un segundo en estos temas y recurrir a los profesionales sanitarios es la mejor de las decisiones que puede tomar una mujer que se vea en la misma situación que estuvo ella.
Un pequeño bulto
Señala que una noche, mientras dormía, se giró y notó una punzada, un pequeño dolor en el pecho. Al día siguiente se exploró con las manos y notó un bulto. En unas horas estaba en la consulta de uno de los ginecólogos más conocidos de la ciudad, el doctor Justo Sancho-Miñano. Éste le dijo que podría ser cáncer. Fue en ese momento cuando sus dos hijas y su marido se derrumbaron, afirma. Aún faltarían pruebas y la confirmación definitiva que llegaría un mes más tarde, pero teniendo aún reciente la muerte de su cuñada, todos temieron lo peor.
Fue el 20 de agosto del pasado año cuando se notó ese bulto y el 5 de septiembre cuando el doctor Eduardo Padilla le confirmó que era un cáncer y que debía operarse.
Mora Sánchez recuerda la frase de su hija, Mariola, que en la consulta de Sancho-Miñano, le dijo: “No nos puedes hacer esto”. Asevera que tras escuchar la petición de su pequeña, tanto ella como su marido tomaron la decisión de sacar fuerzas de donde fuera necesario para que los días en su hogar fueran de lo más normal.
Esas semanas que transcurrieron mientras que se realizaba las pruebas estuvo tranquila. Afirma que tenía y tiene una “fe ciega” en los médicos que la han tratado y que los nervios no llegaron hasta el día de la operación. “Cuando me diagnosticaron el cáncer, mantuve el tipo para que mi familia no sufriera más de lo necesario”, añade.
Fue un 24 de septiembre cuando le hicieron la mastectomía, una intervención en el que le quitaron el pecho. Dos días más tarde ya estaba en casa preparada para la siguiente fase, la quimioterapia. Mora Sánchez resalta el buen trabajo del equipo de ginecología del Hospital Comarcal. Afirma que es una de las áreas más cargadas de trabajo del centro hospitalario y aún así, sus profesionales son atentos, pacientes y cariñosos con los enfermos.
La quimioterapia
Por motivos familiares decidió junto con sus hijas y su marido que se sometería a la quimioterapia en Madrid. Allí estudia una de sus hijas y su esposo pasa demasiado tiempo en la capital de España por trabajo, así que era allí donde iba a estar más cuidada y atendida por todos.
Destaca que ha sido “una privilegiad” a porque el tratamiento sólo le ha hecho vomitar en contadas ocasiones y su cuerpo ha reaccionado muy bien a la medicación.
¿Lo peor? La pérdida del cabello. Mora Sánchez se confesa presumida. Nunca salía de casa sin arreglarse y esa norma la siguió a rajatabla cuando iba a las 8:00 horas a la consulta del médico para las sesiones de quimioterapia. Explica que no sólo perdió el pelo, sino también desaparecieron las cejas y las pestañas, así que tenía que levantarse muy temprano para comenzar a arreglarse y ponerse lo más guapa posible para las sesiones de quimioterapia. Su empeño en parecer más saludable le llevó a gastar varios tarros de coloretes, cuenta como anécdota. Pero el hecho de arreglarse, también le daba ánimos. No le gustaba la persona blancha e hinchada que estaba en el espejo y se empeñaba en darse unos toques de color a sus mejillas para que su familia también la viera mejor.
Los primeros días de las sesiones de quimioterapia la dejaban muy cansada, pero cuando se encontraba mejor, se ponía a cocinar y congelar comida, a planchar y a limpiar. También, si le apetecía, salía a dar una vuelta con su marido y se tomaban una cerveza. Aún siente asco de algunos lugares y olores, pero conforme pase el tiempo perderá esas sensaciones que son los restos de ese tratamiento.
La recuperación
El día que lloró “a raudales” fue el 18 de febrero. El médico Padilla le aseguró que el cáncer había desaparecido. Hasta aquel día, Mora Sánchez sólo había derramado lágrimas en dos ocasiones, el día que le confirmaron que tenía esta enfermedad y otro durante la quimioterapia, pues se encontraba totalmente agotada. Aún tiene que llevar “postizos”, como dice ella, pero está totalmente recuperada. Recibe un tratamiento que le da fuerzas y el 29 de este mes se realizará la última revisión sobre el cáncer de mama.
Asegura que está a disposición de todas las personas que estén sufriendo cáncer. Les puede atender, comprender y responder a esas preguntas para las que sólo un enfermo que haya pasado por ese camino tiene respuestas. Y también les manda un mensaje: “No se rindan. Siempre, siempre sale el sol”.
En silencio durante semanas
En cuanto a la operación, Mora Sánchez explica que es “traumática” para una mujer. Afirma que ha charlado con otras amigas que han estado en su situación y es muy difícil para ellas perder un pecho. Sin embargo, señala que jamás hubiera tomado otro tipo de decisiones. Es más, destaca que si le vuelve a sufrir un cáncer, realizará los mismos pasos que en esta ocasión. “He superado el cáncer con mi familia como gran apoyo, con mi fe en Dios y con mi total y ciega confianza en los médicos que me atendían”, apunta.
Su discreción y su empeño en no hacer sufrir a sus seres queridos le llevó a no decirle a su familia que estaba enferma.
No fue hasta después de la operación cuando avisó a sus hermanos y sus padres, que son muy mayores, no conocieron la noticia hasta que no estaba ya en el ciclo de la quimioterapia. No se arrepiente de esa decisión tampoco porque le permitió estar más tranquila hasta que llegó la intervención quirúrgica y hacer una vida lo más normal posible.