No debe de resultar fácil convencer a una persona para que abandone la seguridad de un país como España, para que no trate de aprovechar las oportunidades que aún ofrece nuestra sociedad a pesar de la crisis, para que no valore las posibilidades de labrarse un futuro... para dejarlo todo y sumarse a las filas de los fanáticos yihadistas. Aún así, los reclutadores del Estado Islámico lo consiguen.
Sin embargo, si ya es difícil comprender qué pasa por la mente de sus víctimas cuando éstas individualmente deciden incorporarse a su locura de sangre y destrucción, resulta casi imposible entender cómo han conseguido convencer a una pareja de nuestra ciudad para que viajen a Siria con su hija de sólo 14 meses. En este caso, los ‘lavadores de cerebros’ de la yihad han logrado tumbar uno de los instintos más fuertes que existe en todos los animales: Tratar de garantizar por todos los medios la seguridad y el bienestar de las crías. Sólo el impulso de proteger la descendencia garantiza la supervivencia de la especie. En el caso conocido ayer este instinto ha saltado por los aires hecho añicos: Una pareja de nuestra ciudad formada por una mujer melillense y un hombre marroquí ha cogido a su niña de 14 meses y se han desplazado hasta Siria, un país en guerra del que no dejan de llegar huyendo refugiados a Melilla. De hecho, como informa hoy El Faro, los inmigrantes de esta nacionalidad ya son mayoría en el CETI, que acoge a medio millar de niños sirios a los que sus padres han tratado de alejar por todos los medios de la tragedia que se vive en su país. Paradógicamente estos inmigrantes, empujados por un instinto natural, han hecho el viaje en sentido contrario al realizado por la pareja de nuestra ciudad.
Efectivos de la Policía Nacional, del CNI, del Servicio de Inteligencia de Turquía y de la DGST marroquí tratan de esclarecer las circunstancia de la ‘aventura’ emprendida por estos padres que deseaban incorporarse con su bebé a las filas de los terroristas yihadistas. Quizás consigan arrojar luz sobre el caso desde un punto de vista policial. Sin embargo, las motivaciones de esta pareja para emprender ese loco viaje sólo puede aclararlas los psicólogos, los psiquiatras o los sociólogos. Cada vez que está quedando más claro que los conocimientos de este grupo de profesionales son imprescindibles para luchar contra los fanáticos religiosos. No es suficiente con perseguir policial o judicialmente a los responsables de las labores de captación y a las víctimas que han caído en sus redes. También hace falta el trabajo preventivo y los consejos de expertos en conducta, en comportamiento humano y en funcionamiento de la sociedad. Una parte importante de la batalla contra el Estado Islámico o DAESH tiene que desarrollarse en su campo de conocimiento. Si se logra derrotar a los fanáticos yihadistas en este frente, se podrá conseguir destruir su reino de terror, odio y destrucción. Un enemigo cuyas líneas de suministro han quedado interrumpidas está abocado a la derrota tarde o temprano. Occidente debe combinar los éxitos policiales con acciones que busquen cortar los recursos económicos de los terroristas e interrumpir el continuo goteo de ciudadanos que desde países civilizados, democráticos y avanzados se incorporan a las filas de la sinrazón, la dictadura y el fanatismo. El caso de esta pareja melillense y de su bebé es un ejemplo de hasta dónde son capaces de llegar los yihadistas en sus labores de captación y cómo muchos ciudadanos están en riesgo de acabar cayendo en sus redes.