Si Abdelmalik El Barkani hubiera nombrado a Esther Azancot ‘cesarisa’ en vez de directora provincial del SEPE, habría sido su peor elección.
Tal vez el delegado no haya acertado al escoger al sustituto de Antonio Vázquez, pero si hubiera hecho la misma elección siendo un gobernador romano de provincias al que se le encarga buscar candidatas a esposa del César, probablemente a estas horas los trirremes del Emperador tendrían un remero más.
Aunque su actuación en la elaboración de sus primeras listas de los Planes de Empleo de la Delegación hayan supuesto un tachón tras otro en la hoja de servicios de Esther Azancot, no hay ninguna prueba para dudar de que no ha actuado con legalidad. Sin embargo, a quienes queremos creer en su integridad moral nos obliga a hacer un acto de fe, y un esfuerzo aún mayor a los 32 parados (peones y trabajadores con baja cualificación) que antes tenían y ahora han dejado de tener derecho a un puesto en los Planes de Empleo. Y no sólo eso. Al mismo tiempo que pide un acto de fe en su buena fe, Azancot dicta sentencia sobre los acusados de cometer diversos delitos en el conocido ‘caso del voto por correo ‘, unos hechos sobre los que todavía no se ha pronunciado un juez a través de una sentencia. Hasta que llegue ese momento y apunten hacia donde apunten hasta ahora los numerosos indicios, los acusados son tan inocentes como la propia Azancot o cualquier ciudadano no juzgado o no encontrado culpable por un tribunal. Declaraciones del estilo del ‘y tú más’ usadas ayer por Azancot para explicar el embrollo de los Planes de Empleo son más propias de políticos que se han presentado bajo unas siglas a unas elecciones y han recibido en mayor o menor medida el apoyo de los ciudadanos. Azancot, hasta donde se ha hecho público, accedió a la Dirección Provincial del SEPE no por aclamación popular, sino por las cualidades que vio en ella el delegado del Gobierno. Unas facultades que ella misma ha dejado en entredicho cuando ayer explicó que su intención había sido que la selección de candidatos fuera lo más justa posible. “Eso es lo que hemos intentado hacer”, afirmó Azancot. Su éxito en esta empresa es más que discutible, no sólo por el error cometido sino por el incomprensible sistema utilizado y, en consecuencia, las ininteligibles explicaciones ofrecidas por Azancot. Aun así, quienes pensamos que la bondad lucha por abrirse camino en este mundo queremos creer en la integridad de la directora provincial del SEPE, a pesar de que sus últimas actuaciones no nos dejen ver las cualidades que vio en ella el delegado del Gobierno cuando la colocó en el cargo para retirar a Vázquez y ponerle a contar una vez al mes con los dedos de una mano los pescadores y agricultores que hay en Melilla.
Dice Esther Azancot que en los próximos días se reunirá personalmente con los 32 trabajadores primero seleccionados y después excluidos. Asegura que les explicará uno a uno qué ha ocurrido. Cuando eso suceda y les mire a los ojos, comprenderá que el error no fue ‘aritmético’. A pesar de todo, quizá logre que estos parados confien en su palabra, aunque ya ha quedado demostrado que como ‘cesarisa’ la directora provincial del SEPE no tiene futuro.
De momento no hay ningún motivo de peso para dudar de su integridad, pero su forma de actuar en los Planes de Empleo no ayuda a ver en ella la cualidad máxima que se exige a la mujer del César, que además de serlo (honrada), también lo parezca.