Empieza a verse la luz al final de tunel, pero aún no estamos cerca de la salida. No obstante, también cabe la posibilidad de que aún demos algunos pasos atrás.
De hecho, el Banco Central Europeo ha expresado sus dudas para los próximos meses; sus responsables no se atraven a pronosticar un panorama totalmente despejado de nubes.
De una manera u otra, a punto de dejar atrás la crisis o de hacer un alto en nuestro lento caminar hacia el final del tunel, lo cierto es que aún hay muchos ciudadanos en los vagones de cola que no acaban de ver la luz. Allí están muchas familias de nuestra ciudad. Los presupuestos del próximo año tendrán que volver a fijarse en estos melillenses que viajan en tercera clase. Las cuentas de 2015 deberán tener muy presentes las previsiones de la consejera de Bienestar Social, María Antonia Garbín. Su departamento es el encargado de cubrir las demandas de las clases más desfavorecidas. Su presupuesto se incrementará en 4 millones de euros, según adelantó ayer el presidente Juan José Imbroda. Ese dinero servirá para socorrer a muchas familias en riesgo de exclusión social. Será para ellas un balón de oxígeno, como lo son los planes de empleo, el salario de integración, los comedores, las ayudas que ofrecen las distintas ONGs... Son medidas imprescindibles ante una situación de necesidad, pero no son suficientes. Deberán ir acompañadas de inversiones productivas que ayuden a generar riqueza en nuestra ciudad de manera que estás personas que ahora están siendo socorridas puedan ir valiéndose por sí mismas. Es imprescindible que el número de trabajadores registrados en las listas del paro comience a descender de manera palpable.
Por desgracia, las condiciones geográficas de Melilla, sus limitaciones espaciales y las mínimas posibilidades de cooperación económica que acepta Marruecos impiden pensar en grandes proyectos o planes empresariales que den la vuelta a la situación en el corto plazo. Las esperanzas reales para nuestra economía pasan por conseguir nuevas inversiones por parte del Estado y por tratar de volver a poner en marcha las que han tenido que permanecer paradas a causa de la crisis económica.
El dinero debe empezar a circular de nuevo, pero para que esto ocurra, los ciudadanos, además de empleo, debemos tener confianza en el futuro. Los planes de empleo, las ayudas sociales, el salario de integración... carecen de fuerza para hacer que el consumo crezca con firmeza. Son eventuales ayudas económicas cuya cuantía es reducida y no permiten a las familias hacerse ningún planteamiento de futuro más allá del de llegar a fin de mes. No generan confianza en nuestra economía como la que sólo puede producir una caída firme del desempleo.
Los cuatro millones adicionales con los que contará la consejera Garbín es una buena noticia para las familias que necesitan ayudas sociales. En cambio, la noticia habría sido magnífica si la consejera de Bienestar Social hubiera anunciado que el próximo año iba a necesitar cuatro millones menos. Ese sería un síntoma innegable de que empezamos a salir del túnel, incluidos los ciudadanos que viajan en tercera clase, apelotonados en los vagones de cola.