Un centenar de personas se sumó a la concentración convocada por la Mesa Interconfesional.
Algo más de un centenar de personas asistió ayer a la concentración por la paz convocada por la Mesa Interconfesional de Melilla. La plaza Menéndez Pelayo fue el escenario de una oración consensuada por los representantes de las diferentes confesiones religiosas que conviven en Melilla, que arrancó el aplauso final de todos los presentes. Al acto acudieron las primeras autoridades civiles y militares de la ciudad, durante el cual se guardó un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas del terrorismo y de las guerras. Finalmente, los presentes entonaron el conocido Himno de la Alegría para finalizar la concentración.
Para tan especial ocasión, la plaza Menéndez Pelayo fue engalanada con sobrios carteles en los que se podía leer la palabra ‘paz’ en diferentes idiomas correspondientes a las comunidades religiosas que conviven en la ciudad. Melilla responde así a la llamada del Papa Francisco de guardar un día de oración y ayuno por la paz en el mundo el 10 de septiembre, si bien en nuestra ciudad se celebró ayer.
El vicario episcopal Roberto Rojo fue el encargado de dar lectura a la oración consensuada por la Mesa Interconfesional. Junto a él estaban también el representante de la comunidad musulmana, Abderraman Benyaya, el de la hebrea, Jaime Azancot, y el de la hindú, Ramesh Ramchad. En ella hubo palabras de agradecimiento al “único Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob” por hacer posible que en Melilla “podamos vivir en paz y en buena armonía, aceptándonos y ayudándonos a construir una sociedad donde nuestros hijos puedan jugar y crecer juntos”.
La oración por la paz
Y de ruegos y súplicas: “Queremos unir esta tarde todos nuestros buenos sentimientos de paz y amor, todo lo que sienten nuestros corazones y hacerlos una unidad para que Dios misericordioso puedas llevar este gozo que ahora sentimos a todos los rincones del mundo donde necesiten esa paz”.
“Queremos que puedas extender nuestras manos a quienes ahora viven la angustia y el horror de la guerra para que, perdiendo un poco de nosotros mismos podamos llevar alientos de amor y esperanza y un día podamos vivir sin fronteras ni divisiones”.
Para finalizar, Rojo no olvidó a los que lo están pasando mal, algo más cerca que Oriente Medio: “Queremos suplicarte por todas esas personas que se han quedado sin hogar, rotas sus familias y sin los recursos necesarios para vivir, que puedan volver a la normalidad, que se acaben las guerras y pueda surgir el diálogo entre las personas”.