l Emilio Blanco Izaga fue más que interventor del Protectorado Español en Marruecos, describió su sociedad a través de acuarelas y anotaciones
El Rif es una mujer bailando, un dibujo en una puerta de entrada de un hogar, un símbolo en una joya o en un ritual funerario... La cultura de los rifeños entre 1927 y 1945 se describe en cuadernos antiguos de hojas amarillas. Anotaciones en los laterales escritos a lápiz o con tinta china son el registro de lo que vivió un militar que se enamoró de esta tierra. Su misión era controlar a la población, pero fue más allá de este deber. Hizo un auténtico estudio etnográfico de las tribus a las que visitó. Emilio Blanco Izaga realizó un trabajo tan bueno en sus libretas que ahora sirve para conocer cómo vivían aquellas gentes de la que apenas hay datos reales. Además, aporta una novedad, sus dibujos son una ‘fotografía’ de esa parte del Protectorado español en Marruecos.
Esto le ha valido que el Archivo Central de Melilla estudiara su obra y que a partir de sus cuadernos, montara una gran exposición que se puede ver en el Hospital del Rey hasta el 24 de este mes.
En diferentes paneles, se detalla su vida de militar, las aportaciones de sus dibujos y estudios a la historia de la sociedad del Rif, su visión de esta zona del Protectorado e incluso su papel como artista.
Un militar atípico
Blanco Izaga recibió una formación militar en la Academia de Infantería de Toledo. A esta ciudad volvería de 1920 a 1925 para hacer una revolución. Fue un hombre atípico para la época en todas sus facetas y también a la hora de hacer su trabajo aportó una visión adelantada de cómo hacer mejor las cosas. Siendo capitán comenzó en la Escuela Central de Gimnasia de Toledo a profundizar en la enseñanza del ejercicio físico para los militares.
Además, en 1927 redactó un proyecto de Colonia Indígena de Montaña para ser implantada en Marruecos. Éste será el enganche que le llevará a recorrer el Rif.
En en ese mismo año fue cuando le nombran interventor del Protectorado de España en Marruecos. El papel de estos interventores militares era vigilar a la población, controlar y reestructurar a esta sociedades y consolidar esta colonización. Pero no todos los militares con este cargo se limitaron a seguir las normas del Ejército. Algunos, como Blanco Izaga se dieron cuenta de su labor de tutela política les daba la oportunidad de conocer a una población de la que apenas se tenía referencias.
Este interventor militar se dedicó a dibujar y anotar en sus cuadernillos lo que veía en sus viajes entre cabila y cabila. En estas páginas describía todo lo que observaba, por ello, estos cuadernos se convierten en un trabajo etnográfico único de la sociedad del Rif de aquellos años. Los dibujos que hay en las cerámicas, en los cinturones de las mujeres o en las entradas de las casas, las ropas y las costumbres de los hombres, la forma de edificar y dividir las estancias de los hogares, las joyas de las jóvenes, los bailes de las tribus e incluso los paisajes son los elementos que describe con acuarelas o lápiz.
La obra de Blanco Izaga es importante y relevante para la historia porque fue testigo real de lo que sucedía en la población rifeña y además, lo pintó para no olvidar nada de lo que había visto en cada lugar del Rif que visitó como interventor militar. Aunque también es necesario aclarar que su mirada era la de un enamorado de la tierra. En aquellos años, las mujeres y los hombres rifeños no tenían muchos recursos ni hábitos de higiene. Pero este militar dibuja a las jóvenes rifeñas como si todas fueran bellas y su vestimenta pobre no fuera más que una tradición.
Otra de las aportaciones de Blanco Izaga fue un esquema. Puede resultar increíble que algo tan sencillo como un esquema sea tan importante, pero es que recogió en este dibujo la más completa representación de la estructura sociopolítica del Rif.
Este atípico interventor militar del protectorado murió con 52 años en Madrid sin poder terminar ‘Cuadernos de arte berberisco’ una obra en la que deseaba poner orden y recopilar las anotaciones que había realizado durante sus años en el Rif sobre las manifestaciones culturales de esta sociedad a la que quedó enganchado para toda la vida.