Sencillamente, no existe. No hay ninguna ideología, planteamiento o programa político que en un sistema democrático se identifique plenamente con la religión musulmana.
Como tampoco existen los que se oponga a esta creencia o a cualquier otra. Quien pretenda encontrar el próximo domingo una papeleta electoral en la que se refleje su sentimiento religioso, sencillamente se equivoca de época o de país. Un cristiano, un musulmán, un judío... tiene las mismas razones como creyente para elegir una opción política como la contraria, desde la más progresista a la más conservadora.
Defender otra cosa es posicionarse contra la Constitución y los principios básicos de la democracia. La separación de religión y Estado es uno de los mayores avances de nuestro sistema político porque significa dotar al individuo de libertad para elegir su creencia y su pensamiento. Sin esta clara diferenciación, las personas mayores de edad, es decir, los votantes, no pueden ser considerados ciudadanos de pleno derecho, como tampoco lo son quienes viven en regímenes en los que se establecen distinciones por motivos de sexo o raza. En consecuencia, los cristianos o musulmanes tendremos tantos o tan pocos motivos para votar el próximo domingo como los judíos o los hindúes. Si acudimos a los colegios electorales o decidimos no hacerlo no será porque alguien lo ‘ordene’ desde un púlpito, una mezquita o una sinagoga. Cualquiera que desde estos lugares de culto lance mensajes de carácter político, sencillamente se está delatando como un enemigo de la democracia, de la convivencia y de la paz social. Ninguna religión se puede identificar plenamente con un único posicionamiento político ni ningún partido puede ‘adueñarse’ del pensamiento político de una comunidad de fieles. En nuestro país y más aún en nuestra ciudad, cada uno de los distintos partidos congrega bajo sus siglas a ciudadanos que no todos coinciden bajo un mismo techo para rezar. Muchos incluso no sienten la necesidad de dirigirse a alguna divinidad. Ello tampoco les impide defender con igual ímpetu sus posiciones políticas que quienes recurren a las plegarias. Y, al contrario, ningún fiel tiene motivos para sentirse mejor o peor creyente según el color de la papeleta que elija este domingo o en cualquier otro proceso electoral.
Si las comicios que tendrán lugar dentro de dos días registran un mayor o menor índice de participación, las únicas responsabilidades habrá que buscarlas entre nuestros políticos. Se equivoca cualquier representante religioso o líder político que pretenda influir en un sistema democrático ‘obligando’ o animando a los fieles a renunciar a sus derechos como ciudadanos.