El informe PISA (en sus siglas en inglés Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes), coordinado por la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económico (OCDE), evalúa el rendimiento académico del alumnado entre 15 y 16 años de 80 países. Nos presenta, este año, un panorama poco alentador (o desafiante, depende de la perspectiva con la que se quiera observar el problema).
En España hay una caída en los conocimientos en matemáticas y lectura y marca una tendencia a la baja. Es necesario hablar de este tema urgentemente y ponernos manos a la obra, dado que nuestro futuro como sociedad está en manos de unos profesionales muy influyentes en las personas aunque con escaso reconocimiento social: los profesores.
El Faro de Melilla entrevista a María Rosa Espot, profesora y autora de muchos libros en este campo como La autoridad del profesor. Qué es la autoridad y cómo se adquiere, Aprender a divertirse, en colaboración con el filósofo y profesor universitario Jaime Nubiola o Cómo tomar decisiones importantes (dirigido a los jóvenes) y Alma de profesor, La mejor profesión del mundo.
‘¿Qué hacemos con la educación? Desafíos del profesorado para una educación transformadora’ (Desclée De Brouwer), lo ha escrito junto a Jaime Nubiola, mi amigo, profesor , filósofo, escritor. A quien iría dirigido este libro con un título tan sugestivo...
-Este libro va dirigido a los profesores, a los equipos directivos de centros académicos, a los formadores de profesores, y muy en particular a los estudiantes de Magisterio y del Máster Universitario en Formación del Profesorado en Secundaria, y también a todas las personas interesadas en la educación.
-La evaluación PISA no ha dejado bien parada a la ciudad de Melilla, ofreciendo los peores datos en el último informe: está por debajo del conjunto de las autonomías en matemáticas, lectura y ciencias.
-Una vez más la evaluación PISA nos ha mostrado que la educación en nuestro país no marcha bien. La educación pide cambios: cambios en la formación universitaria del profesorado, en las escuelas, en los hogares. Cambios profundos que logren transformar la educación. El principal objetivo de nuestro libro ‘¿Qué hacemos con la educación?’ es ayudar a descubrir la inmensa influencia transformadora que los profesores podemos tener en los alumnos y, por lo tanto, en sus familias, en la sociedad de hoy y en el mundo del mañana.
-Al profesor le falta reconocimiento social y tiene un sueldo bajo. ¿Cómo puede motivarse, dada la situación que le ha tocado vivir? Tenía vocación de profesor cuando estudiaba la carrera pero, poco a poco, la está perdiendo, (aunque no quiere). La vida es así, muchas veces. Por eso hay que leer libros que motiven como el que nos ocupa.
-En primer lugar, descubriendo que la grandeza de la profesión docente reside en el hecho de que los profesores con nuestro trabajo profesional ayudamos a los alumnos a ser mejores personas y, cuando uno es mejor, es más feliz; por lo tanto, con nuestro trabajo profesional les ayudamos a ser más felices. En segundo lugar, aunque los primeros destinatarios del trabajo del profesor son los alumnos y sus familias, es cierto que el quehacer diario del profesor siempre repercute en muchas personas. En este sentido, les animaríamos a considerar que cada día puede ser para el profesor una oportunidad maravillosa para aportar su granito de arena a la mejora de la sociedad, por lo tanto a la mejora del mundo en el que vive.
-Usted cree en la capacidad transformadora de la educación. Tiene un libro con un título que me ha llamado poderosamente la atención: ‘Alma de profesor. La mejor profesión del mundo’. Si todos pensaran como usted, el mundo cambiaría...
-En todos los niveles del sistema educativo los profesores somos personas muy influyentes en el rendimiento académico de los alumnos y en su crecimiento personal. Estamos convencidos de que «un gran profesor puede cambiar la vida de uno -o más de uno- de sus estudiantes», su docencia sobrepasa las aulas.
-"Gracias por enseñarme a cómo pensar, no qué pensar" dijo un alumno agradecido a su profesor. Todos hemos tenido un profesor que nos ha marcado mucho, ese que no olvidamos y que ocupa un lugar especial en el corazón porque nos formó la cabeza.
-Efectivamente y se trata de una influencia que no afecta únicamente a conductas externas, sino que afecta además a convicciones internas. El profesor influye a partir de sus lecturas, de su estudio constante, de su reflexión personal, de su trabajo bien hecho día tras día, y del tipo de conexión que sea capaz de establecer con los demás.
-Un profesor transforma cuando mete amor. Ese amor es esencial para llegar "tocar" el alma del alumno. Pero, ese amor por el alumno, es difícil de tener por parte del profesor... no son sus hijos.
-Para educar es imprescindible querer al educando. Vale la pena que los profesores nos esforcemos para que nuestros alumnos puedan percibir que son queridos por nosotros, los profesores, y que lo son de una manera incondicional. ¿Cómo? Con nuestra atención y nuestro interés personal por sus cosas, con nuestra escucha y con nuestro trabajo bien hecho. Hay que decir que la manifestación del afecto del profesor no está reñida con la exigencia cordial argumentada. Se trata de aceptar y querer a los alumnos tal como son, con sus virtudes y sus carencias. Como dijo Ángel Gabilondo (Ministro de Educación español entre 2009 y 2011): “El mejor método educativo es querer a los alumnos”. Sin lugar a dudas, el afecto del profesor a los alumnos tiene una repercusión grande en el éxito o el fracaso escolar.
-Un buen profesor es amigable, comprensivo, humano, sabe crear un ambiente agradable, estimula, tiene confianza en la capacidad de sus alumnos para aprender. ¿Cómo sería entonces, y por contra, un profesor quemado?... (desde luego no es eficaz y es hasta contraproducente, he tenido alguno).
-Un profesor “quemado” es un profesor que no puede responder a los desafíos a los que se enfrenta a diario en el aula. Un profesional que se siente descontento con su trabajo, decepcionado, derrotado ante las múltiples y variadas situaciones que se le presentan día a día, carece de interés por su trabajo. Su sentir trasciende el ámbito laboral afectando negativamente a otros ámbitos y aspectos de su vida (familiar, social). Por supuesto, evitar llegar a ese estado es clave en la vida del profesor, de la escuela y de la sociedad.
-Un buen profesor se preocupa por el estado emocional de sus alumnos, maneja los tiempos, es coherente y equitativo, hace que el ambiente de la clase facilite el aprendizaje, manda tareas con moderación y sentido... esas son las ideas que, como madre de tres hijos, me vienen a la cabeza cuando pienso en sus profesores. Cómo sería, para usted, un buen profesor... Tiene mucha experiencia en ello.
-Un buen profesor es un profesional estudioso, competente y comprometido. Está interesado en aprender y dispuesto a cambiar para mejorar dentro y fuera del aula. Ama su profesión y goza con ella, y todo ello lo atesora en su corazón. No solo transmite conocimientos, sino que además transmite emociones, es decir, contagia las ganas de aprender, de trabajar bien, de ser mejor. Un buen profesor, quiere a sus alumnos y se lo muestra exigiéndoles lo debido y corrigiéndoles cuando sea necesario. No hacerlo es desentenderse de su mejora personal; un buen profesor exige y corrige desde el aprecio, el respeto y la aceptación.
-Recuerdo cuando en mi escuela, alguna compañera de clase mandaba callar a otra parlanchina porque quería oír al profesor. Si no hay silencio no se puede escuchar. Cómo lograr el silencio en un aula, un silencio motivador, no me refiero al silencio sepulcral que es fruto de la rigidez instaurada por el profesor. He tenido muchos profesores a lo largo de mi vida...
-Dominando el profesor la materia que imparte, llevando la clase muy bien preparada, y sobre todo teniendo la autoridad que requiere su condición de profesor, que no se basa en órdenes ni imposiciones sino en la confianza que el alumno le otorga al reconocerle un saber y unos valores. La autoridad del profesor es fruto de su estudio, de su esfuerzo constante, de su trabajo personal, de sus actitudes y de su comportamiento dentro y fuera del aula. La autoridad -como todos sabemos- hay que ganársela día a día.
-El que nos guste una materia depende mucho de quién nos la explique. El aprendizaje necesita amor. Creo que me apasiona el Arte porque tuve un profesor en la Universidad, Jorge Latorre, que transmitía ese amor. A todos nos ha pasado con alguna materia... El otro día, un amigo me comentó que, el primer día de clase de latín, el profesor dijo: El latín es una lengua muerta y no sirve para nada. Y ahí empezó su guerra personal con la materia en cuestión... Usted es autora del libro La autoridad del profesor. Qué es la autoridad t cómo se adquiere... creo que los tiros irán por ahí, cuando quien abre la boca sabe enseguida rezuma autoridad.
-A un profesor que le guste su materia y la domine vibra con ella en el aula y logra contagiar a los alumnos las ganas de aprender y de saber. No aburre a los alumnos, sino que les entusiasma. Quizás algunos de los que lean esta entrevista eligieron estudiar una carrera concreta movidos por el arrebatador entusiasmo de un profesor capaz de llevar la pasión por su materia más allá de sus aulas. Por así decirlo, su docencia sobrepasó las aulas.
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