Editorial

La escuela pública, al límite de sus fuerzas

El Ministerio de Educación ha publicado recientemente las estadísticas correspondientes al curso 2021-2022, que arrojan una conclusión a tener muy en cuenta: en Melilla el 93% del alumnado extranjero se concentra en los centros de titularidad pública.

En estos momentos, representan un 13,2% del total del alumnado en la enseñanza obligatoria, siendo ésta una de las cifras más altas de España y muy por encima de los datos de Ceuta.

A eso hay que sumar el hecho de que el grueso de los alumnos extranjeros matriculados en Melilla han nacido en Marruecos y eso es relevante porque el idioma se convierte en una barrera. No sólo tienen que aprender Matemáticas o Ciencias Naturales. También tienen que intentar dominar el castellano que nada tiene que ver con su lengua materna.

El aprendizaje del español es fundamental para que ese alumnado coja el ritmo a las clases. Y este es uno de los retos más grandes a los que se enfrentan los docentes que les atienden en los primeros niveles de enseñanza.

A eso hay que sumar las altas ratios de alumnos por profesor en la enseñanza obligatoria. Al respecto, los sindicatos echan de menos que se refuerce la plantilla para hacer frente a estos problemas endémicos de Melilla, que no se solucionan pese al descenso importante de la natalidad desde el cierre de la frontera y el inicio de la pandemia del coronavirus.

Puede que este pinchazo en el número de nacimientos se note ya en Infantil y en los primeros años de Primaria, pero en los institutos, los docentes siguen desbordados.

Aunque la Administración subvenciona los colegios concertados, en la práctica estos centros no son tan diversos como cabría esperar en una ciudad como Melilla. Combinado con la escasez de centros educativos tenemos los resultados que tenemos: una escuela pública saturada.

Melilla no tiene las competencias de Educación transferidas y dependemos directamente de Madrid. La práctica demuestra que esta situación no es para nada una ventaja sino un lastre y lo pudimos comprobar cuando durante la pandemia hubo que bajar por decisión sanitaria la ratio en las aulas. En la península la mayoría de las autonomías se apañaron bien. Aquí hubo que hacer encaje de bolillos y desplegar unos recursos que son necesarios tengamos o no sobre nuestras cabezas la amenaza del covid.

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