111

La verdad es que esto de la pandemia, de los brotes nuevos de la pandemia, de la ola nueva de la pandemia, de los revolcones judiciales a los creadores de leyes nuevas contra la pandemia, de las ocurrencias de los monterillas de barrio emboscados tras de la mascarilla y el sillón, todo esto y más, me tiene absolutamente sumido en un piélago agitado de confusión.

Las últimas andanzas del desventurado Simón, incluidas sus últimas amenazas contra las autonomías que no son del pensamiento de su señorito, dan idea de lo que digo.

Ahora bien, lo que no me podía imaginar es que apareciera entre los astrólogos, espiritistas, brujos y esperantistas que componen la nueva corte de los milagros, un nuevo número, el 111, que acompaña toda estadística de la pandemia que se precie.

Veamos, queridos alumnos, la verdad de mi aserto. Repasando las estadísticas de los contagios habidos recientemente, es curioso, por no decir otra cosa, observar que Melilla hace poco menos de una semana, tenía 111 casos activos de COVID-19, que en Canarias el día 15 de agosto también había 111, que en la comarca de Orihuela también había 111 casos hace cinco días, que en Burjasot también había los infectados con esa mágica cifra, que dicha cifra se repetía hace cinco días en Alicante...

Pero es que, ¡ojo al dato!, en la región de Atacama, también el 15 de agosto, eran 111 los infelices infectados.

Me preguntaréis alumnos queridísimos, que es eso de Atacama.

En Wikipedia tenéis la respuesta que transcribo: “Es el desierto más árido de la tierra que ocupa parte de Chile y Argentina y que entre sus curiosidades hay que señalar, que su fauna predominante está compuesta por búhos, guanacos y zorros además de aves como los picaflores o las tórtolas”.

Que en tan remota región, que incluye también Bolivia, la cifra mágica aparezca hace quince días es para pensar.

111 son los casos descubiertos en Huesca hace un mes...

Lo bueno es que mis espías paraguayos me informan que ¡en Chile!, en concreto en Valparaíso, hace doce días también eran 111 los damnificados nuevos por la tantas veces mentada COVID-19...

Pero es que la cifra reciente de pobres infelices detectada en el Alto Paraná es de, en efecto, queridos míos, ¡111!

Pero es que 111 son los fallecidos por mor del virus invasor en Argentina, según mis espías paraguayos, que obtuvieron este precioso dato hace quince días y que he guardado celosamente hasta el día de hoy para facilitarlo a mi menguada audiencia...

También son 111 los contagiados en Baleares, según datos al seis de agosto próximo pasado, como son igualmente 111 los recontados en ¡Bielorrusia! esta última por culpa sin duda del muy malvado Lukashenko.

Pero es que el espejo de demócratas y defensor de los derechos humanos (por aquí), camarada Maduro, también anunció hace pocos días que son 111 los últimos contagiados.

Saco esta última noticia para solaz de Iglesias, Echenique, Irene ‘Preysler’ Montero y toda esa buena gente.

No os quiero atosigar con más datos referidos al ‘111’, pero es lo cierto que cabe hacer muchas, muchas reflexiones.

Por ejemplo. En salud, como en política, no existen casualidades; así no es casualidad que la tribu de hotentotes haya jibarizado a la señora marquesa de Casa Fuerte, conocida en el mundo como Cayetana Álvarez de Toledo.

Hasta los más ingenuos saben que fue todo un acto de canibalismo político, que empezó siendo instigado por don Teodoro García Egea, que además de ser intrépido lanzador de huesos de aceitunas con la boca a insólitas distancias, es cinturón azul de judo y tiene como afición secundaria y sin debutar la de ingeniero de telecomunicaciones, desde luego, de menos nos hizo Dios.

En la conspiración, pasión y muerte política de la marquesa de Casa Fuerte participó el señor Casado, que tiene aficiones menos agresivas que García Egea, es aficionado a la gastronomía y a los viajes. El resto de su tiempo lo dedica a eso que él llama “pasión política”, ayudado por una señora Gamarra (a la que Dios guarde, pero que no suelte por lo que más quiera), mucho menos ahora que el Papa Francisco ha dicho algunas cosas razonables contra la ‘ideología de género’.

Otra cosa que no es casualidad, por increíble que pueda parecer. Detenta el máximo poder en la OMS un señor que responde al nombre de Tedros Adhanon Ghebreysus (así tal como se escribe). Esta criatura, antes de ser máximo capitoste de la OMS, fue ministro de Asuntos Exteriores de Etiopía (2012-2016) y antes ministro de Salud de aquel desdichado país (2005-2012), pertenece además al partido Frente Popular de Liberación de Tigray, si además cuenta con poco más de 55 años y que el lema de la OMS para este año 2020 es “escucha de por vida”, ya está todo dicho.

Lo que quiero decir es que no me creo nada ya de las pandémicas estadísticas, ni de las casualidades reseñadas del ‘111’, ni que ese número de desdichados afectados sea el mismo en Burjasot que en Valparaíso, en Huesca, que en Melilla, donde ahora mismito hay más de 131 casos y subiendo.

Aquí hay algo de acción preternatural y estoy convencido de que el reverendo padre Fortea, especialista en expulsar demonios de la afición, podría hacer virguerías. Lo que pasa es que el ilustre presbítero está convaleciente y así pasan las cosas que pasan.

Aquí la única casualidad es la ‘conjunción planetaria’ (por utilizar la frase que en su día pronunció la ilustre politóloga doña Leire Pajín), referida a Obama y Zapatero, hoy representada por Simón y ese señor de apellidos tan raros y de tan inquietante currículum al que me referí antes.

Estoy seguro que ya Simón y sus ‘sabios’ habrán sacado conclusiones relativas al ‘111’ y a lo que significa tan raro número.

Ya los estoy escuchando decir que “la vibración numérica del número 1 es la que irradia a través del número 3 (ya que tiene tres cifras), un gran fluir de energía de creatividad”.

Ya no sigo escuchando y por si acaso voy a comprar en la Caridad, un cupón que acabe en 111.

Así ayudo a la Gota de Leche y hasta me toca.

Que no le falte agua al elefante.

P.D.: A todo esto, el sabio Simón no ha dicho nada del inicio del curso, con lo que ya está todo dicho.

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